"Si estuviéramos contentos
de Ti, Señor,
no podríamos resistir esa
necesidad
de danzar que desborda el mundo,
y llegaríamos a adivinar
qué cadencia
es la que te gusta llevar siguiendo los pasos
de tu providencia. Para
ser un buen bailarín
contigo no es preciso
saber a dónde
lleva el baile. Hay que
seguir, ser alegre,
ser ligero y, sobre todo,
no mostrarse rígido.
No pedir explicaciones de
los pasos
que te gusta dar. Hay que
ser
como una prolongación
ágil y viva
de Ti mismo, y recibir de
Ti la transmisión
del ritmo de la orquesta.
No hay
por qué querer avanzar a
toda costa,
sino aceptar dar la
vuelta, ir de lado,
saber detenerse y
deslizarse
en vez de caminar"
"Señor, haznos vivir
nuestra vida
no como un juego de
ajedrez
en el que todo se
calcula,
no como un partido en el
que todo es difícil,
no como un teorema que
nos rompe la cabeza,
sino como una fiesta sin
fin
donde se renueva el
encuentro contigo,
como un baile,
como una danza en los
brazos de tu gracia,
con la música universal
del amor"
Madeleine Delbrêl
La danza. Dejarse llevar